EL GRAN RUGIDO BY NOEL MARSHALL (1981) CASTELLANO
Noel Marshall, Ted Cassidy
Dominic Frontiere, Terrence P. Minogue
Jan de Bont
American Filmworks. Distribuida por Filmways Australasian Distributors
Terminando de ver “Roar” (1981) de Noel Marshall con Tippi Hedren, Noel Marshall, Melanie Griffith, John Marshall, Jerry Marshall, Kyalo Mativo, entre otros. Película de aventura y terror, sobre una familia que va al encuentro del padre en la selva africana; pero el equilibrio existente entre la familia y los animales salvajes, se ve interrumpido por la irrupción de cazadores que alteran a las fieras. La película ha sobresalido por la producción de pesadilla, pues sufrió retrasos por incendios, inundaciones, hipotecas, ataques de animales, renuncias del equipo, enfermedades y tiempo de curaciones, tanto que tardó 11 años en filmar, aunado al comportamiento impredecible de los grandes felinos; por todo ello, fue convertida en objeto de culto, de admiración, y por la osadía de los responsables: Noel Marshall y su esposa Tippi Hedren, que también era su mánager, que antes se habían convertido en activistas por los derechos de los animales, e intentaron generar consciencia sobre los problemas de cazar animales salvajes, o de mantenerlos en cautiverio. Así que decidieron hacer una película al respecto, y comenzaron a adoptar y criar grandes felinos en su hogar, durante 6 años. La familia estaba formada por Noel Marshall y sus 3 hijos de otra pareja, y por Tippi Hedren y su hija de otro matrimonio, Melanie Griffith. Pronto, la familia poseía más de 100 grandes felinos, entre leones, tigres, leopardos, guepardos, pumas y jaguares, por lo que decidieron crear una reserva natural a 40 millas de Los Ángeles, llamada Shambala. El concepto del director, era permitir que los felinos hicieran casi lo que quisieran, con una metodología de técnica científica discreta, encuentran la expresión más natural y verdadera de su personalidad y comportamiento. Pero todos los involucrados sufrieron múltiples heridas por trabajar junto a los felinos, y hay documentados más de 70 ataques brutales; de hecho, gran parte del material que capturó las lesiones, se incluyeron en el corte final, lo que resultó en sangre real en la pantalla. Así las cosas, se ha considerado la filmación más peligrosa de la historia del cine, y por increíble que parezca, el interés en Roar fue prácticamente nulo, siendo un rotundo fracaso, de un total de $17 millones, se recaudaron apenas $2 millones; además que para inicios de los 80s, el interés por cintas sobre ataques de animales ya había desaparecido; y como resultado de muchas inversiones personales de variada naturaleza, aproximadamente 1 año después del estreno, Hedren y Marshall se divorciaron. Como dato, los actores, que no podían ser otros que los mismos que criaron a los animales, tienen los nombres de sus personajes; y en el fondo, la locura del protagonista, de dudoso y criticable conservacionista, que crio animales en un lugar no natural, y que en cantidades extremas, aboga por la prohibición de cazar, pero no dice nada sobre el circo y los zoológicos, tiene paralelo existencial con “Grizzly Man” (2005), compartiendo esa mezcla de la frialdad e indiferencia de la naturaleza que contrasta con la ingenuidad humana. Pues: ¿Cómo negar el extraño encanto del director, explicando lo maravillosos que son los leones mientras atacan a su familia? Por tanto, tratar de hablar de la supuesta trama, es tan inútil como esperar que un león no se comporte como una fiera salvaje, y trate de devorarte, sin importar cuánto tiempo hayas pasado “domesticándolo”, y eso que las fieras son los mejores actores que los humanos; porque los Marshall-Hedren no paran de correr, esconderse, gritar, vamos: ¡salvar la vida!, sin guión. Por lo que la ingenuidad hippie abraza-árboles, raya en la locura del peyote, con su pretendida moraleja de protección a las especies que queda perdida en una cinta profundamente confundida en su interior, demasiado reiterativa en el horror que supone enfrentarse a esas criaturas, y con los mensajes que quiere transmitir, que tanto de inicio como al final, quedan en nada, porque ellos caen en el mismo juego de manipulación y beneficio. Además, la insistencia de Marshall, de que estas criaturas pueden sentir afecto por presas potenciales, choca una y otra vez con las miradas de indiferencia de las fieras, pues la madre naturaleza siente cero empatías. Aun sin proponérselo, Roar es un testamento fílmico, respecto a estos elementos caóticos, sobre esta complicada relación entre el hombre, aún ignorante de varias cosas que lo rodean, y la bien aceitada maquinaria mortífera de la naturaleza. Pero hay que reconocer que nunca hubo una película como esta, ni lo habrá jamás, simplemente no hay forma de tener controlados a tantos animales, y filmar un despropósito argumental como este, es básicamente una sentencia de muerte, aunque se diga con cinismo que “ningún animal resultó herido en la realización de esta película, sí lo fueron 70 personas”
NO RECOMENDADA.
NO tendrá nota en Lecturas Cinematográficas.
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
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